MI SALSA CON HÉCTOR LAVOE PORALFREDO DE LA FÉ
Éramos niños jugando a ser grandes.
Yo tenia apenas 12 años y el 18 cuando nos conocimos.
Su nombre era Hector Perez y acababa de grabar un tema con la “New Yorker Band” de Arsenio Rodriguez “Mi China me Botó”
Nos conocimos una noche en el Tropicoro Club que quedaba en el Bronx y era de Alvaro Ortiz, un Boricua, campeón de boxeo.
Yo tocaba con Pupi y su Charanga.
Recuerdo la primera vez que entré a ese club. No cabía un alma y todos bailaban con frenesí. Estaban tocando Richie Ray y Bobby Cruz “El Jala Jala”.
Eran los principios de un movimiento latino que años después bautizaron como “Salsa”.
Héctor y yo nos conocimos esa noche detrás de la tarima y ahí empezó nuestra Amistad.
Amistad de cariño, música e infortunadamente, drogas.

Eran mis primeras andanzas en ese mundo de noche de lujuria y de la mejor música del mundo.
Qué bueno ser parte de esa historia.
Nuestra Amistad se selló con un trago y un pase.
Hector, al mismo tiempo que era integrante de La New Yorker Band, estuvo con otras agrupaciones como Orquesta New York, Alegre All Stars y Kako y su orquesta.
Había llegado de Ponce, Puerto Rico con el sueño de convertirse en cantante y lo estaba logrando.
Nos encontrábamos en los distintos clubes de Nueva York y así nuestra amistad fue creciendo, cómo fueron creciendo esos sueños de triunfar y crear un nuevo estilo de música que mostrara nuestra herencia y nuestra raza latina.
Yo seguí aprendiendo al lado de las charangas de la época y Hector Perez se convirtió en Héctor Lavoe sin que ninguno sospechara lo grande que sería nuestro legado.
En la Orquesta de Kako, Héctor conoció a Johnny Pacheco, quien un tiempo después le propone grabar al lado de un joven del Bronx, llamado Willie Colón.

Su primer trabajo fue “El Malo” seguidos de otras producciones
De esa union surgieron once discos que hoy son clásicos de la salsa.
Jerry Massuci le cambia el nombre y lo bautiza como Héctor Lavoe (la voz en frances)
Ya su vida era un desorden y las drogras tomaban ventaja rápidamente.
Es por eso que Willie Colón se separa de Hector.
Nos encontrábamos casi todas la noches y nos reíamos pues Hector siempre tuvo un humor negro y unas ocurrencias muy particulares.
Así fue creciendo nuestra amistad y tristemente, la adicción a las drogas. El era un consumidor de heroína y yo de marihuana y “perico”.
Siempre me decía que formará parte de su orquesta pero yo estaba con la mejor agrupación del momento “Eddie Palmieri” y después pase a la “Típica 73”, considerada una de las mejores agrupaciones en la historia de la salsa en New York.
No obstante, tuve el placer de grabar las cuerdas de “Periodico de Ayer” en 1976 y “El Cantante” en 1978. Las cuerdas cambiaron la sonoridad de Héctor y de la salsa.
Grabamos en “La Tierra Sound” en el 42 piso del 1440 de Broadway, que eran los estudios de La Fania. Sabíamos a que hora llegabamos, pero nunca caundo saliamos. Muchas veces nos quedabamos dias de rumba, de grabaciones y de creatividad.
En 1979 empecé a viajar el mundo con “Tito Puente y su Latin Percussion Jazz Ensemble” pero no había lugar donde me encontrara con Héctor y no subiera a la tarima a tocar con ellos.
Llegamos a tocar en Madison Square Garden.

En 1980 fui arrestado por drogas y mi vida cambió. Ocho meses después pude salir en fianza
En 1982 tuve que huir de Estados Unidos pues me esperaban 25 años de prisión.
Vine a Cali, Colombia gracias a que mi amigo Larry Landa me ayudó a escapar y llegué a trabajar a su club en Juanchito “Juan Pachanga”.
Fue ahí donde llegó Héctor Lavoe en Febrero de 1983, buscando limpiarse un poco de su adicción, haciendo que el destino nos uniera de nuevo.
Yo había montado una tremenda orquesta con los mejores músicos de Cali y ya habíamos ensayado sus temas.
Apenas nos vimos en el aeropuerto fué como si nunca nos hubiéramos separado.
Nos dimos un tremendo abrazo y ahí se reanudó nuestra amistad solo que esta vez compartiríamos nuestras vidas e historias de una forma más íntima y familiar. En Cali Héctor no solo fué el amigo de siempre sino que se convirtió en un hermano, un confidente…
Empezaron los ensayos en medio de risas y droga. Muchas veces nos amanecíamos en tremendas rumbas y al llegar a nuestro apartamento en las Torres Aristi, nos bañábamos para seguir metiendo perico hasta que no aguantabamos mas.

Héctor era muy callado y retraído, solo cuando estábamos a solas, me contaba de su vida.
La muerte de su hijo lo obsesionaba y lo perseguía como un fantasma. Metía para olvidar su dolor pero la droga solo le traía mas tristezas.
Recuerdo una noche que nos visitó Umberto Valverde, escritor y musicólogo caleño, con una amiga y Hector delante de ellos cogió una cuchara, la llenó de perico, la calentó y se la inyectó. Umberto y su amiga salieron despavoridos.
Ese era Hector. Le gustaba escandalizar a los demás y esa noche si lo logró.
En otra de nuestras rumbas le dió porque había un man de treinta centímetros con una ametralladora, buscándolo para matarlo pero él no se iba a dejar joder. En esa ocasión, me desbarató el apartamento buscando al man de la metra.
Pero la más dura fue la noche en que me dijo que
estaba aburrido de vivir y que se iba a matar.
Como vivíamos en el piso 15 se iba a amarrar el cuello con el cordel de la cortina y se iba a dejar caer por la ventana.
Parecía muy convencido de hacerlo y yo trataba de decirle que no lo hiciera. De pronto, se puso bien serio y me dijo: “Uy hermano. El problema es que si el cordel se rompe son 15 pisos. Eso está cabrón.
Yo no pude hacer mas que reirme hasta que me oriné.
Tocábamos todas las noches a partir de las 3am..
Cuando todo cerraba en Cali, la gente se iba para Juanchito pues no había restricción de horarios.
A las 2am las calles de Juanchito estaban desiertas pero a partir de las 3 a.m no se podia caminar.
Vendedores de comida, trago y drogas. Prostitutas ofreciendo sus servicios de amor barato y las amanecidas al borde del río Cauca que parecían poemas de amor y de rumba.
Llegábamos al club directo al cuartico del segundo piso donde seguíamos la metedera de coca, marihuana y trago. La gente no podía creer que Héctor, el mismo Héctor Lavoe, estuviera ahí cantando para ellos.
“Juan Pachanga”, con sus meseras vestidas de conejitas, cual de todas mas bella, se llenaba a reventar pues todos querían ver a su idolo.
La locura iba en aumento y Hector empezó a no llegar o llegar tarde.
Larry no podía controlar la situación y se encabronaba.
Muchas veces “putió” a Héctor delante de todos y eso hizo que la relación entre ellos, pasará del amor al odio.
Héctor se perdió una semana y se fue a Juanchaco con un amigo panameño que le decíamos “El Pana”.
Juan Pachanga lleno y Héctor no aparecía. Llegaba la pesada de cali y Larry Landa no tenia otra opción que pagarle las cuentas a todos. Empezó a perder billete.

No todo fue rumba
En ese apartamento de Las Torres Aristi Héctor preparó dos de sus mejores canciones. Venía con las pistas grabadas de “Triste y Vacía” y “Juanito Alimaña”.
En Cali fue que Héctor le dio forma a esas dos canciones y también donde creo los pregones.

Una noche llegué al club y había un escándalo en la puerta. Héctor había regresado en tremenda rumba y quería entrar sin zapatos. Como no lo dejaron, había decidido irse y no cantar. Yo logrê convencerlo de que cantara pero decidió que iba a cantar sin que nadie lo viera.
Se sentó en el medio de la pista, se cubrió con el saco y canto así todo el show.
Al público no le importaba siempre que lo tuvieran ahí.
Esa noche trató de incendiar el club y el carro de Larry.
Yo de nuevo lo convencí de irnos a casa. Siempre me escuchaba y lo hacía con cariño.
Las cosas fueron de mal en peor y ya se amenazaban de muerte.
Una tarde Héctor decidió que iba a matar a Larry. Se vistió todo de negro y se amarró un trapo en la frente pues según decía “Los hombres cuando iban a matar se vestían de negro”
Yo trataba de convencerlo que se fuera al aeropuerto y se regresará a Nueva York pues ya tenía su pasaje de regreso.
Por fin logré que se montara a un taxi y se fuera y no pasaron diez minutos cuando entra Larry armado y buscando a Héctor para pegarle un tiro.
Nunca lo había visto tan emputado y creo que si lo hubiera encontrado en el apartamento le habría disparado.
Esa fue la última vez que vi a mi amigo y mi hermano pues yo no podía regresar a Estados Unidos.
Diez años después me monté a un taxi en Medellín y el taxista me dijo:
Alfredito: Hector Lavoe murió hoy. Se me llenó el alma de tristeza y los ojos de lágrimas.
Paré en una iglesia y prendí una vela por mi amigo y hermano.
Uno de los mejores cantantes de nuestra historia musical.
Héctor Lavoe.