Alfredo De La Fé Sr. HIlda (mamá) y Yó enfrente de mi casa en Cuba. Antes de irnos...
Alfredo De La Fé Sr. HIlda (mamá) y Yó enfrente de mi casa en Cuba. Antes de irnos...
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Una historia de migración, dolor silenciado y la búsqueda incansable de esperanza entre cicatrices invisibles.

Nací bajo un cielo de azúcar y fuego, donde las nubes prometían libertad y los vientos sabían a mar. 

Pero crecí en una tierra donde las promesas se oxidaban en las gargantas, y cada palabra dicha en voz alta podía convertirse en sentencia.
Cuba nos marcó con un hierro que no se ve, un dolor que se respira. No solo nos perseguían con ojos de pared y susurros de traición, también nos robaban el aire. Allí, hasta respirar se volvió un acto de rebeldía.

Alfredo De La Fé Sr. HIlda (mamá) y Yó enfrente de mi casa en Cuba. Antes de irnos...
Alfredo De La Fé Sr. HIlda (mamá) y Yó enfrente de mi casa en Cuba. Antes de irnos...

Fueron dieciséis días a la deriva, bailando con olas que rugían como bestias antiguas. El sol nos besaba con lengua de fuego, y la luna tejía rezos en la espuma. Aprendí que sobrevivir no siempre es un triunfo: a veces es cargar con un corazón que pesa como plomo mojado.

El exilio o huida,  no fue redención, fue solo el primer capítulo de otro exilio: el de mi propia mente. 

Busqué refugio en botellas vacías y sueños rotos, en polvos que prometían olvido y solo traían más ruido. La droga fue un hechicero mentiroso; el alcohol, un barco fantasma.

Alfredo De La Fé en NYC

Hoy, cuando me miro por dentro, veo una casa con espejos rotos: cada fragmento refleja una versión distinta de mí. Pero también veo una vela encendida en una esquina.

Sé que no estoy solo. Que pedir ayuda es como sembrar en tierra reseca con la esperanza de que algo florezca, aun en medio de este exilio atemporal que parece ir conmigo a todos lados aunque mucho intente escaparme. 

Que la terapia es un conjuro de amor propio, un mapa hacia mi centro

Oración Solo Por Hoy!
Solo por Hoy Narcóticos Anónimos

Hoy, muchos inmigrantes son perseguidos, acorralados por leyes frías y miradas que los ven como sombras. Y no puedo evitar recordar aquella época en Cuba, donde el miedo nos cerraba la boca, donde hablar era jugarse el alma.
Esa persecución sigue viva con otro nombre, con otro uniforme, en otras calles. Pero es la misma: una mordaza disfrazada de frontera, un silencio impuesto por quienes temen la esperanza ajena.

Mi camino aún serpentea entre sombras, pero hay luciérnagas en la maleza. Y aunque a veces me pierda, sigo creyendo —con terquedad de náufrago— que hay una orilla, una luz, una canción que me espera más adelante.

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