El violín me escogió a mí..
Mi papá me contó que a los dos años vi tocar a un violinista por televisión y quedé muy impactado; de hecho yo recuerdo un poco esa sensación a los 4 años cuando vi un violín en un almacén de La Habana y me di cuenta que era un instrumento real.
Mi primer violín..
Llego a mis 6 años y no servía. Fue un violín viejo que mi papá se encontró en la basura, lo llevó a la casa y yo jugaba con él todo el día. Él, al ver mi insistencia, me llevó a estudiar al Conservatorio de La Habana Amadeo Roldán y ahí me becaron.
En 1965…
En el mes de octubre, regresé de vacaciones de Varsovia (Polonia), donde estaba estudiando becado y mi papá dijo que nos íbamos de Cuba para Estados Unidos. Nos fuimos en un bote y llegamos a Miami, donde nos esperaron unos familiares. Fue una travesía dura, a la que sobrevivimos no sé a cuántas tormentas.
Yo he vuelto a nacer tres veces en la vida..
Esa fue la segunda; la primera vez fue recién nacido. Cuando llegue a este mundo fui desahuciado por una enfermedad en los oídos, mi padre me cargó en sus brazos, se fue de rodillas a la Iglesia de las Mercedes y yo me salvé; la tercera vez fue cuando salí de las drogas.
Estuve veinte y dos años en las drogas
Me inicié en eso buscando ser aceptado en el gremio de los músicos que tocaban conmigo. A los 12 años me convertí en un músico profesional, dejé la música clásica y gracias a la oportunidad que me dio Antonio Fajardo en su orquesta, me inicié en la salsa. La primera noche me sentí rechazado porque en los descansos de las presentaciones los músicos me dejaban solo, la tercera noche uno de ellos me invitó a ir y me pregunto sí quería probar la droga y acepté.
Al principio fue muy divertido, pero los últimos años que estuve consumiendo casi acaban conmigo. Toqué fondo en 1986, cuando el Papa Juan Pablo Segundo vino a Colombia. Yo vivía en Medellín, y el gobernador de Antioquia me propuso cantarle, me preparé dos meses, la casa Disquera Fuentes me hizo una edición especial de mi más reciente CD para entregárselo. Estaba muy entusiasmado porque creía que si el Papa me tocaba la cabeza, yo me iba a curar de la doble adición que tenía; alcohol y droga.
Mi cita con el Papa Juan Pablo II era a las 9 de la mañana..
y la noche antes me fui a tomar un traguito para celebrarlo y fue un trago que se prolongó por cinco días, es más, cuando llegó la hora de la cita dije: “quién quiere ver a un viejito vestido de blanco” y seguí enrumbado hasta que ya no pude más.
Cuando desperté, el Papa se había ido de Colombia y por primera vez cuando me miré al espejo vi, además de un hombre físicamente destruido, mi alma arruinada. Ese fue mi fondo. Llamé a una amiga y ella me llevó a una terapia de recuperación que ha seguido hasta hoy, gracias a Dios, 34 años después.